Tengo que aceptar que estaba consternado por la marcha convocada por el Abogado Jaime Nebot en defensa de Guayaquil el día 24 de Enero. Dicha marcha, dependiendo de su éxito o su fracaso, delinearía todo el futuro político del gobierno o lo que quede de él. No es mi deseo compartir o promover mi tendencia ideológica y política pero tampoco está de más aclarar que ataco y reprocho ciertas decisiones que ha tomado el gobierno, peor aún si atentan a mi derecho de poder escribir estas líneas como ha sido especulado con anterioridad. Sí quiero aclarar que nunca he compartido el ideal político de nuestro alcalde y me preocupó que el pueblo guayaquileño podía malinterpretar esta convocatoria como una pugna de poderes y guerra partidista, peor aún si de cada propaganda pro marcha aparecían tres del gobierno boicoteándola.
Esta manifestación fue pacífica y al contrario de muchas otras, multitudinaria. Dichas manifestaciones escasean en la polvorienta historia guayaquileña. Guayaquil de una manera colectiva se pronunció aquel día y eligió como vocero a su alcalde Jaime Nebot. Con esto quiero decir que no asistió únicamente la gente “Nebotsista” o en su defecto Social Cristiana, tampoco fueron solo los “pelucones”, ni los que buscaban una modesta propina por dicho esfuerzo al final de la jornada. Fueron todos los guayaquileños representando toda clase socioeconómica los que marcharon en la calle 9 de Octubre a presentar un rechazo no solo al gobierno sino también a su gobernante.
Justamente aquel día había leído un editorial en la página web de El Universo de la Srta. Gabriela Calderón en el que su mensaje principal era que el futuro del país está en los jóvenes y que ella marchaba por Guayaquil y no por sus gobernantes, en este caso Nebot o Correa. Admiro mucho la opinión de ella y admiro aún más que siga teniendo fé en los jóvenes de este país. Coincidentemente fue la primera persona que me topé en la marcha. Creo que para la tranquilidad de esta chica, todos los guayaquileños salieron a las calles a manifestar un ideal y un rechazo, y así mismo no a apoyar a una persona específica sino a aquel vocero que haría llegar nuestra opinión donde no quieren escucharla.
El discurso de nuestro alcalde fue enérgico y demandante. Fue incluso incriminante ante el gobierno. Al preguntar quién era el enemigo de Guayaquil la masa respondió en unísono “Correa”. No había duda en el pueblo manifestante. La gente rechazó al gobierno pero se manejó un ambiente festivo. Hubieron momentos que afloraron insultos al presidente pero Nebot tempranamente pudo pararlos diciendo que “así no hace las cosas Guayaquil” poniendo en alto nuestra frente y no rebajándonos a la manera que acostumbra el gobierno a descalificar a sus opositores. En sí el discurso fue respetuoso. En lo personal hubiera preferido uno de los bien elaborados insultos que lo hizo famoso a nuestro alcalde refiriéndose sobre la pérdida de la compostura y su acto segundo, pero era pedir demasiado.
No está de más decir que la actitud intolerante del presidente y su incapacidad de conciliar fue la que le ha dado este gran poder a su principal opositor. El presidente no realizó lo perjudicial que fue para él y su actual gobierno dar rienda suelta a su manera avasallante de expresión la cual ya ha insultado en sí a todo guayaquileño, desde los afamados pelucones y asalariados hasta tildar a una señora respetable de “vieja pelucona”, que si bien no comparte su ideología política ha pasado luchando toda su vida por el servicio desinteresado a la comunidad. Incluso después de la marcha, el mismo hecho de que el presidente optó por minimizarla es otro insulto a la persona que ya no le bastó con pensarlo sino que tuvo que ir a gritarlo a las calles. Pero está claro que ningún grito, y con esto no hablo de nuestro alcalde sino el grito del pueblo, podrá hacerse escuchar ante los oídos sordos del principal gobernante.
Nebot es el vocero de Guayaquil y no se necesitó ir nuevamente las urnas para dar nuestra opinión. El respaldo en las calles es la democracia en su momento más puro y bello y el rechazar su protesta es quizás el peor error que se pueda cometer. No con esto digo que el presidente tenga que ceder en todo lo demandado ya que la ideología y su actual forma de gobernar es muy difícil de enmendar en su totalidad, aún así si se quisiera, pero al menos conciliar y darle el valor que se merece a la opinión del guayaquileño que al fin mostró su gallardía y rechazo a un gobierno supresor. “La siguiente marcha será en Montecristi” dijo Nebot en su discurso. Apenas vi la postura del gobierno ante la marcha realicé que la ida a Montecristi era un hecho. ¿Es que se tiene que llegar a una guerra civil para que baje la guardia el presidente? ¿Es que acaso le conviene? o es que no puede disminuir su ego el que tan rápido se agigantó en tempranos días de campaña electoral.
Una sabia persona me comentó que Correa es como el escorpión de la fábula en la que le pide a una rana cruzar el lago. La rana lo piensa dos veces pero el mismo escorpión le hace recapacitar que sería contraproducente pues el picarla la mataría y así se ahogarían los dos. Al escuchar tan razonable justificación la rana decide llevarla y a mitad del camino le pica envenenándola. La rana moribunda y al borde del ahogo le pregunta que por qué lo hizo y el escorpión responde “no lo pude evitar, es mi naturaleza”. Si el escorpión es Correa, el pueblo ecuatoriano es la rana y no podemos seguir esperando a que “su naturaleza” termine de hundirnos. Es hora de hacernos escuchar y que se respete nuestro punto de vista, ya sea pacífica o no, después de todo, ésta sí sería una verdadera revolución ciudadana.
Esta manifestación fue pacífica y al contrario de muchas otras, multitudinaria. Dichas manifestaciones escasean en la polvorienta historia guayaquileña. Guayaquil de una manera colectiva se pronunció aquel día y eligió como vocero a su alcalde Jaime Nebot. Con esto quiero decir que no asistió únicamente la gente “Nebotsista” o en su defecto Social Cristiana, tampoco fueron solo los “pelucones”, ni los que buscaban una modesta propina por dicho esfuerzo al final de la jornada. Fueron todos los guayaquileños representando toda clase socioeconómica los que marcharon en la calle 9 de Octubre a presentar un rechazo no solo al gobierno sino también a su gobernante.
Justamente aquel día había leído un editorial en la página web de El Universo de la Srta. Gabriela Calderón en el que su mensaje principal era que el futuro del país está en los jóvenes y que ella marchaba por Guayaquil y no por sus gobernantes, en este caso Nebot o Correa. Admiro mucho la opinión de ella y admiro aún más que siga teniendo fé en los jóvenes de este país. Coincidentemente fue la primera persona que me topé en la marcha. Creo que para la tranquilidad de esta chica, todos los guayaquileños salieron a las calles a manifestar un ideal y un rechazo, y así mismo no a apoyar a una persona específica sino a aquel vocero que haría llegar nuestra opinión donde no quieren escucharla.
El discurso de nuestro alcalde fue enérgico y demandante. Fue incluso incriminante ante el gobierno. Al preguntar quién era el enemigo de Guayaquil la masa respondió en unísono “Correa”. No había duda en el pueblo manifestante. La gente rechazó al gobierno pero se manejó un ambiente festivo. Hubieron momentos que afloraron insultos al presidente pero Nebot tempranamente pudo pararlos diciendo que “así no hace las cosas Guayaquil” poniendo en alto nuestra frente y no rebajándonos a la manera que acostumbra el gobierno a descalificar a sus opositores. En sí el discurso fue respetuoso. En lo personal hubiera preferido uno de los bien elaborados insultos que lo hizo famoso a nuestro alcalde refiriéndose sobre la pérdida de la compostura y su acto segundo, pero era pedir demasiado.
No está de más decir que la actitud intolerante del presidente y su incapacidad de conciliar fue la que le ha dado este gran poder a su principal opositor. El presidente no realizó lo perjudicial que fue para él y su actual gobierno dar rienda suelta a su manera avasallante de expresión la cual ya ha insultado en sí a todo guayaquileño, desde los afamados pelucones y asalariados hasta tildar a una señora respetable de “vieja pelucona”, que si bien no comparte su ideología política ha pasado luchando toda su vida por el servicio desinteresado a la comunidad. Incluso después de la marcha, el mismo hecho de que el presidente optó por minimizarla es otro insulto a la persona que ya no le bastó con pensarlo sino que tuvo que ir a gritarlo a las calles. Pero está claro que ningún grito, y con esto no hablo de nuestro alcalde sino el grito del pueblo, podrá hacerse escuchar ante los oídos sordos del principal gobernante.
Nebot es el vocero de Guayaquil y no se necesitó ir nuevamente las urnas para dar nuestra opinión. El respaldo en las calles es la democracia en su momento más puro y bello y el rechazar su protesta es quizás el peor error que se pueda cometer. No con esto digo que el presidente tenga que ceder en todo lo demandado ya que la ideología y su actual forma de gobernar es muy difícil de enmendar en su totalidad, aún así si se quisiera, pero al menos conciliar y darle el valor que se merece a la opinión del guayaquileño que al fin mostró su gallardía y rechazo a un gobierno supresor. “La siguiente marcha será en Montecristi” dijo Nebot en su discurso. Apenas vi la postura del gobierno ante la marcha realicé que la ida a Montecristi era un hecho. ¿Es que se tiene que llegar a una guerra civil para que baje la guardia el presidente? ¿Es que acaso le conviene? o es que no puede disminuir su ego el que tan rápido se agigantó en tempranos días de campaña electoral.
Una sabia persona me comentó que Correa es como el escorpión de la fábula en la que le pide a una rana cruzar el lago. La rana lo piensa dos veces pero el mismo escorpión le hace recapacitar que sería contraproducente pues el picarla la mataría y así se ahogarían los dos. Al escuchar tan razonable justificación la rana decide llevarla y a mitad del camino le pica envenenándola. La rana moribunda y al borde del ahogo le pregunta que por qué lo hizo y el escorpión responde “no lo pude evitar, es mi naturaleza”. Si el escorpión es Correa, el pueblo ecuatoriano es la rana y no podemos seguir esperando a que “su naturaleza” termine de hundirnos. Es hora de hacernos escuchar y que se respete nuestro punto de vista, ya sea pacífica o no, después de todo, ésta sí sería una verdadera revolución ciudadana.
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