No, no es una trilogía de ciencia ficción o épica, tampoco es una colección de libros best sellers. El libro de rostros, o Facebook, en su traducción en inglés, es un sitio Web que se especializa en redes sociales. Funciona de una manera muy simple, sólo necesitas de un correo electrónico y de muchas ganas de exponer tu vida en Internet al resto del mundo. Últimamente el Facebook ha ido incrementando sus usuarios de manera abrupta, es que hoy en día no puedes dejar de tener Facebook. Pareciera que el no tenerlo es una discapacidad social. Incluso los que no han querido abrir su cuenta eventualmente terminan sucumbiendo a la presión grupal. El Facebook no es una página Web más, es una invención que actualiza todos los esquemas de interacción social y está para quedarse. Son los pasos evolutivos de la sociedad en la que ya no se puede retornar y por ende, tocará adaptarse, ya que si bien ofrece ciertas ventajas o medios de entretenimiento, también es una cuna de aspectos negativos que con el seguir del tiempo se van a ir develando. Principalmente, el Facebook es un atentado a la privacidad que creció tan rápido, tan fuerte y más importante, totalmente camuflado para poder hacer algo al respecto.
El Facebook funciona de una manera muy sencilla. Solo necesitamos de nuestro e-mail (preferiblemente Hotmail, Gmail, u otros que tengan ya creada una lista de nuestros contactos) para inscribirnos. No hay que efectuar ningún pago así que ¿si es gratis, no cuesta verdad? En todo caso, en menos de unos minutos ya tenemos una cuenta en Facebook, que por cierto la abrimos porque como dije anteriormente, esta página web ya es esencial en el entorno social y si no estamos dentro de la comunidad entonces seríamos unos marginados sociales. No falta la persona que en la fiesta comenta del comentario que hicieron sobre la foto que treparon en el Facebook. Obviamente el que no tiene Facebook tiene que encontrar la manera más hábil para cambiar de tema. Pero me estoy adelantando. Una vez creada la cuenta podemos “trepar” (upload) todas las fotos que tenemos. Ahora que las cámaras son digitales es una gran ventaja ya que el escaneo era una limitación para muchas personas con inhabilidad tecnológica. Una vez trepadas las fotos, procedemos a “taguearlas”, que quiere decir ponerle nombre y apellido a todos los individuos que salen en dicha foto. Este proceso no termina aquí. Todos en tu lista de amigos pueden observar este álbum creado y así mismo, comentar al respecto. Proceso sencillo pero desgraciadamente se vuelve engorroso en todo sentido.
No quiero ni comenzar en la cantidad de tiempo que uno puede perder viendo álbumes de fotos de toda la lista de “amigos”, que tengo que recalcar que la lista de amigos cada vez es más grande debido a la insistencia automática del mismo programa en amarrarnos los unos a los otros con un nudo militar para no salir de él. En todo caso, si bien es divertido chequear fotos, ¿en realidad queremos ver todas las fotos que trepan nuestras amistades? El problema es que están ahí y en un tiempo de ocio (normalmente suplido en la década anterior con un buen juego de Solitario) terminamos viendo todas las fotos y no solo eso sino comentando cada una de ellas. Nunca pensé que en una tarde lenta de trabajo iba a terminar viendo fotos de un Baby Shower. Al menos no hubiera sido mi elección, pero están ahí y solo falta una foto intrigante para que desencadene el ansia de la curiosidad. Por cierto, el lunes es el día de mayor tráfico para ver las fotos nuevas trepadas debido a que corresponden al fin de semana, así que si quieren comenzar bien la semana por favor ingresen el lunes y pierdan todo el día viendo fotos triviales. Mejor a aún, comenten para que quede constancia de que la vieron y de que tienen talento cómico en sus remarcables comentarios.
En sí, esto es un aspecto positivo ya que nos brinda una forma de entretenimiento (usualmente en horarios de trabajo, porque ya las cadenas las hemos visto casi todas). El problema radica en que ¿qué tal si no queremos salir en una foto en particular? Es lógico que si alguien quiere trepar una foto relativamente normal para él o ella pero totalmente comprometedora para un tercero, igual lo pueden hacer. Una de las razones por las que me inscribí en Facebook, fuera de que la ola era demasiado grande para no cogerla, fue para estar consciente de qué fotos podían trepar que yo no quisiera, o qué comentarios pudiesen decir de dichas fotos. Siempre discutía con las personas que no se querían inscribir porque decían que era peligroso. Bueno, ya es peligroso y eso nadie lo puede cambiar, pero sí podemos estar al tanto de que tan peligroso y ver maneras de solucionarlo, y la única forma es inscribiéndose. Esto da alusión a una especie de trampa en la que no se puede salir de ella y lo peor de todo es que me transformé en otro misionero más de esta página promoviendo su propagación. Es verdad que no podemos controlar que alguien trepe una foto nuestra en Facebook, así como tampoco podemos controlar que cualquier individuo haga una gigantografía de una de nuestras peores borracheras y la cuelgue como cuadro en el poste de una esquina transitada en la ciudad. La diferencia es que existen leyes que prohíben la segunda, y aún así no las hubieren, las probabilidades de que eso pase son nulas en comparación a la incidencia en Facebook.
Si bien incluimos todas nuestras fotos, que a nuestro juicio no nos importaría las tengan otras personas, estas fotos pueden ser utilizadas con mala fe. Hubo un caso reciente de las hijas de un político reconocido en que fueron atacadas injustamente por sus enemigos. Las fotos eran de fiestas, prelis, en el peor de los casos borracheras, pero caían dentro del recuadro normal. Estas fotos fueron contrastadas con fotos de extrema pobreza y de fondo acariciadas con una canción protesta de Mercedes Sosa. Por contraste, las fotos tenían una connotación mucho más negativa de lo que en realidad eran. Lo primero que pensé fue que cómo se les ocurrió a estas chicas trepar esas fotos (que repito, no tenían nada de malo, o al menos, sé que casi todos tenemos peores), pero después reflexioné y me di cuenta que es irrelevante si las treparon ellas, obviamente sería un descuido, pero fácilmente esas fotos las pudo haber trepado cualquier amigo o amiga de cualquier evento en las que ellas eran protagonistas. Bajo este esquema, ¿acaso se tienen que quedar en su casa enclaustradas? O es que ¿hay que tenerle terror al lente de cualquier cámara digital de ahora en adelante? Otro aspecto que no podemos dejar de considerar es la información que nosotros mismos incluimos en nuestro “profile”. En especial las personas menores de edad y siendo más específico, las niñas. Esa información la puede ver todo el mundo y aconsejaría que no se escriba más de lo banal ya que se correría un riesgo de que esa información pueda caer en malas manos. Estoy seguro que ya han de haber casos de secuestros, violaciones, robos por haber expuesto información de primera instancia en el Facebook.
El Facebook ofrece otras herramientas y no tardó nada en hacerse negocio. Hay lugares de subastas, ofertas de artículos usados, notificaciones de eventos, grupos de interés. No quiero ser hipócrita y decir que no me he beneficiado de estas herramientas. Es más, sin irme tan lejos, la Espina se promociona por dicha vía. Además de esto hay cientos de programas creados a diario para adherirla a la plataforma del “profile”. Solo puedo agradecer que la etapa de los jueguitos como los vampiros y de los programas adheridos ya se ha terminado.
Dicen que todo secreto es malo, pero quiero recalcar que llevar una vida secreta no es lo mismo que querer mantener una vida privada. El concepto de vida privada nos dice en resumen de llevar una vida que se ejecuta a vista de pocos, familiar, y domésticamente, sin formalidad ni ceremonia alguna; y que no es de propiedad pública o estatal, sino que pertenece a particulares. Al parecer esta herramienta viola todo concepto de querer llevar una vida privada y nos encamina a una transparencia individual y social. Yo solo estoy en espera de qué programa me obligará indirectamente a trepar mis estados de cuentas bancarios, a enlistar mi ropa interior, o a describir mis más ocultos deseos lujuriosos, porque tratando de pensar en otro aspecto privado, Facebook ya se ha encargado de exponerlo ante todo el mundo, tecnológicamente activo, claro está. Con esto termino el editorial ya que tengo que ir a trepar las fotos del fin de semana en Facebook.
El Facebook funciona de una manera muy sencilla. Solo necesitamos de nuestro e-mail (preferiblemente Hotmail, Gmail, u otros que tengan ya creada una lista de nuestros contactos) para inscribirnos. No hay que efectuar ningún pago así que ¿si es gratis, no cuesta verdad? En todo caso, en menos de unos minutos ya tenemos una cuenta en Facebook, que por cierto la abrimos porque como dije anteriormente, esta página web ya es esencial en el entorno social y si no estamos dentro de la comunidad entonces seríamos unos marginados sociales. No falta la persona que en la fiesta comenta del comentario que hicieron sobre la foto que treparon en el Facebook. Obviamente el que no tiene Facebook tiene que encontrar la manera más hábil para cambiar de tema. Pero me estoy adelantando. Una vez creada la cuenta podemos “trepar” (upload) todas las fotos que tenemos. Ahora que las cámaras son digitales es una gran ventaja ya que el escaneo era una limitación para muchas personas con inhabilidad tecnológica. Una vez trepadas las fotos, procedemos a “taguearlas”, que quiere decir ponerle nombre y apellido a todos los individuos que salen en dicha foto. Este proceso no termina aquí. Todos en tu lista de amigos pueden observar este álbum creado y así mismo, comentar al respecto. Proceso sencillo pero desgraciadamente se vuelve engorroso en todo sentido.
No quiero ni comenzar en la cantidad de tiempo que uno puede perder viendo álbumes de fotos de toda la lista de “amigos”, que tengo que recalcar que la lista de amigos cada vez es más grande debido a la insistencia automática del mismo programa en amarrarnos los unos a los otros con un nudo militar para no salir de él. En todo caso, si bien es divertido chequear fotos, ¿en realidad queremos ver todas las fotos que trepan nuestras amistades? El problema es que están ahí y en un tiempo de ocio (normalmente suplido en la década anterior con un buen juego de Solitario) terminamos viendo todas las fotos y no solo eso sino comentando cada una de ellas. Nunca pensé que en una tarde lenta de trabajo iba a terminar viendo fotos de un Baby Shower. Al menos no hubiera sido mi elección, pero están ahí y solo falta una foto intrigante para que desencadene el ansia de la curiosidad. Por cierto, el lunes es el día de mayor tráfico para ver las fotos nuevas trepadas debido a que corresponden al fin de semana, así que si quieren comenzar bien la semana por favor ingresen el lunes y pierdan todo el día viendo fotos triviales. Mejor a aún, comenten para que quede constancia de que la vieron y de que tienen talento cómico en sus remarcables comentarios.
En sí, esto es un aspecto positivo ya que nos brinda una forma de entretenimiento (usualmente en horarios de trabajo, porque ya las cadenas las hemos visto casi todas). El problema radica en que ¿qué tal si no queremos salir en una foto en particular? Es lógico que si alguien quiere trepar una foto relativamente normal para él o ella pero totalmente comprometedora para un tercero, igual lo pueden hacer. Una de las razones por las que me inscribí en Facebook, fuera de que la ola era demasiado grande para no cogerla, fue para estar consciente de qué fotos podían trepar que yo no quisiera, o qué comentarios pudiesen decir de dichas fotos. Siempre discutía con las personas que no se querían inscribir porque decían que era peligroso. Bueno, ya es peligroso y eso nadie lo puede cambiar, pero sí podemos estar al tanto de que tan peligroso y ver maneras de solucionarlo, y la única forma es inscribiéndose. Esto da alusión a una especie de trampa en la que no se puede salir de ella y lo peor de todo es que me transformé en otro misionero más de esta página promoviendo su propagación. Es verdad que no podemos controlar que alguien trepe una foto nuestra en Facebook, así como tampoco podemos controlar que cualquier individuo haga una gigantografía de una de nuestras peores borracheras y la cuelgue como cuadro en el poste de una esquina transitada en la ciudad. La diferencia es que existen leyes que prohíben la segunda, y aún así no las hubieren, las probabilidades de que eso pase son nulas en comparación a la incidencia en Facebook.
Si bien incluimos todas nuestras fotos, que a nuestro juicio no nos importaría las tengan otras personas, estas fotos pueden ser utilizadas con mala fe. Hubo un caso reciente de las hijas de un político reconocido en que fueron atacadas injustamente por sus enemigos. Las fotos eran de fiestas, prelis, en el peor de los casos borracheras, pero caían dentro del recuadro normal. Estas fotos fueron contrastadas con fotos de extrema pobreza y de fondo acariciadas con una canción protesta de Mercedes Sosa. Por contraste, las fotos tenían una connotación mucho más negativa de lo que en realidad eran. Lo primero que pensé fue que cómo se les ocurrió a estas chicas trepar esas fotos (que repito, no tenían nada de malo, o al menos, sé que casi todos tenemos peores), pero después reflexioné y me di cuenta que es irrelevante si las treparon ellas, obviamente sería un descuido, pero fácilmente esas fotos las pudo haber trepado cualquier amigo o amiga de cualquier evento en las que ellas eran protagonistas. Bajo este esquema, ¿acaso se tienen que quedar en su casa enclaustradas? O es que ¿hay que tenerle terror al lente de cualquier cámara digital de ahora en adelante? Otro aspecto que no podemos dejar de considerar es la información que nosotros mismos incluimos en nuestro “profile”. En especial las personas menores de edad y siendo más específico, las niñas. Esa información la puede ver todo el mundo y aconsejaría que no se escriba más de lo banal ya que se correría un riesgo de que esa información pueda caer en malas manos. Estoy seguro que ya han de haber casos de secuestros, violaciones, robos por haber expuesto información de primera instancia en el Facebook.
El Facebook ofrece otras herramientas y no tardó nada en hacerse negocio. Hay lugares de subastas, ofertas de artículos usados, notificaciones de eventos, grupos de interés. No quiero ser hipócrita y decir que no me he beneficiado de estas herramientas. Es más, sin irme tan lejos, la Espina se promociona por dicha vía. Además de esto hay cientos de programas creados a diario para adherirla a la plataforma del “profile”. Solo puedo agradecer que la etapa de los jueguitos como los vampiros y de los programas adheridos ya se ha terminado.
Dicen que todo secreto es malo, pero quiero recalcar que llevar una vida secreta no es lo mismo que querer mantener una vida privada. El concepto de vida privada nos dice en resumen de llevar una vida que se ejecuta a vista de pocos, familiar, y domésticamente, sin formalidad ni ceremonia alguna; y que no es de propiedad pública o estatal, sino que pertenece a particulares. Al parecer esta herramienta viola todo concepto de querer llevar una vida privada y nos encamina a una transparencia individual y social. Yo solo estoy en espera de qué programa me obligará indirectamente a trepar mis estados de cuentas bancarios, a enlistar mi ropa interior, o a describir mis más ocultos deseos lujuriosos, porque tratando de pensar en otro aspecto privado, Facebook ya se ha encargado de exponerlo ante todo el mundo, tecnológicamente activo, claro está. Con esto termino el editorial ya que tengo que ir a trepar las fotos del fin de semana en Facebook.
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